jueves, 7 de diciembre de 2017

Cómo protegerse de las variaciones rápidas de volumen

En varios sitios web se puede encontrar la hiperacusia definida como la "pérdida del rango dinámico del oído, entendido este último como la habilidad del sistema auditivo de manejar elevaciones rápidas del volumen del sonido". Al principio no me tomé muy en serio esta definición porque la hiperacusia es, por encima de todo, una reducción del límite de intensidad máxima tolerado. Claramente mi problema eran los sonidos excesivamente altos, que antes no suponían ningún problema y ahora eran intolerables, y no noté ningún problema especial con las variaciones rápidas de volumen.

Sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que esa definición solo era incompleta. En hiperacusia, no solo se está limitado por la intensidad máxima del sonido tolerable, sino también por variaciones bruscas de volumen. Esto supone que sonidos con una intensidad que se encuentra claramente dentro de nuestro rango confortable puedan resultarnos incomprensiblemente difíciles de tolerar. Por ejemplo, puede ocurrir que una persona con hiperacusia pueda tolerar sin dificultad alguna el ruido de viajar en autobús de 75-80 dB, y que un portazo que le llega a solo 65 dB, pero escuchado en un ambiente muy silencioso, le deje el oído algo dolorido y más sensible.

¿Cómo puede ser esto posible? En mi opinión, se debe a que el oído no solo percibe una determinada intensidad, sino también una diferencia de intensidad. Unos oídos con hiperacusia están limitados por estas dos variables, y ante un determinado sonido, por un lado se responderá ante su intensidad absoluta, y por otro ante su intensidad relativa, respectivamente. Podemos ver la intensidad relativa como la diferencia entre la intensidad absoluta y el sonido ambiente, o el ruido de fondo que tengamos alrededor. Por lo tanto, como ya habrás imaginado, la intensidad relativa será mayor cuanto más silencio haya a tu alrededor, y por lo tanto, en un ambiente silencioso, una variación rápida de intensidad, aunque tenga una intensidad abosluta moderada y dentro del rango tolerable, tendrá una intensidad relativa alta, lo que puede suponer un hándicap para tus oídos.

Uno de los sonidos típicos difíciles de manejar por este motivo es el habla humana, que generalmente tiene muchas variaciones de intensidad. El ruido del autobús, aunque relativamente alto, es constante, sin apenas variaciones. Y aunque haya gente alrededor manteniendo una conversación, las variaciones que percibe el oído son pequeñas porque las percibe en relación al ruido del autobús como ruido de fondo. Mientras que si esa conversación se mantuviera con la misma intensidad en un ambiente muy silencioso, a pesar de tener la misma intensidad, el oído percibiría unas variaciones muy altas puesto que el ruido de fondo sería prácticamente inexistente, además de la sensación de que están hablando de forma escandalosamente alta. Esa percepción de que el sonido moderado está demasiado alto es causada por el ruido de fondo, que deja una intensidad relativa alta, y esto se traduce en molestias a la hora de tolerarlo. Un ambiente silencioso se convierte así en un multipicador de volumen, todo lo oirás más alto de lo que lo oirías en condiciones normales. Aunque tu sonómetro indique una cifra que sabes que es tolerable para ti, el silencio puede hacer que para tus oídos el sonido tenga una intensidad que sobrepasa tu umbral límite.

Aclarado esto, ¿qué podemos hacer para lidiar con las variaciones rápidas de volumen? Pues la respuesta es muy sencilla, tratar de proporcionar a los oídos de manera continua ruido de fondo que reduzca la intensidad relativa de los sonidos. El tratamiento de hiperacusia con terapia sonora, que supone escuchar durante horas ruido de banda ancha y enriquecer el ambiente sonoro evitando el silencio, me ha servido para validar la efectividad de esta solución ante las variaciones rápidas de volumen o ante los sonidos imprevistos en situaciones de silencio excesivo. He comprobado cómo algunos sonidos debilitan a los oídos cuando me encuentro en un ambiente silencioso, y cómo se convierten en inocuos cuando proporciono a los oídos un ruido de fondo constante que reduzca la intensidad percibida.

Evidentemente, ese ruido de fondo que proporcionemos a los oídos debe ser perfectamente tolerable por éstos, pues de otra forma conseguríamos el efecto contrario al que perseguíamos. Tal como se deduce del ejemplo del autobús, el ruido de fondo no tiene por qué ser el sonido que usamos en nuestra terapia sonora, puede ser cualquier sonido ambiente tolerable constante que nos evite el silencio excesivo y sirva para amortiguar las variaciones rápidas de volumen. El sonido de la terapia sonora puede ser muy útil cuando nos encontramos en un entorno silencioso en el que no tenemos otra forma de proporcionar un ruido de fondo constante natural. Este sería el caso del trabajo en una oficina relativamente silenciosa, donde te rodean personas que continuamente inician conversaciones que suponen variaciones rápidas de intensidad en relación al sonido de fondo.



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